Comparación
entre una llamarada solar y una súper llamarada – Crédito: Universidad de
Warwick/Ronald Warmington / abc.es
En el lenguaje que
habitualmente los seres humanos intercambian noticias, es bastante difícil
lograr una combinación de términos
científicos que evite dar una sensación apocalíptica ante posibles
eventos naturales, que impliquen la posibilidad de que la Tierra sea afectada
en una forma tal, que toda la tecnología
que hoy permite la vida cotidiana, pueda sufrir tal deterioro, que termine
paralizando todo el planeta.
Combinar terminologías científicas con el lenguaje
burocrático, en un documento
presidencial es bastante más engorroso y complejo.
El presidente de los Estados
Unidos Barack Obama firmó en octubre de 2016 una orden ejecutiva para coordinar
los “esfuerzos” de su Gobierno para “preparar a la nación ante eventos
meteorológicos del espacio; entre los cuales algunos pueden ser los destellos solares, partículas de energía solar y ruidos
geomagnéticos”.
Según el decreto, son
fenómenos que ocurren en forma regular y pueden
afectar infraestructuras clave, como son los satélites GPS, sistemas de
comunicación, aviación y de distribución eléctrica; advierte que “Tiene
el potencial de afectar e interrumpir simultáneamente la salud y la seguridad
en continentes enteros”.
Pero el documento
presidencial no aborda la probabilidad de que ocurran estos fenómenos ni sus
consecuencias, sino que se centra en mejorar la coordinación ante su posible
impacto; explica que se hace necesaria “Una
preparación exitosa ante eventos meteorológicos del espacio, es un esfuerzo de
toda la nación, que requiere colaboración entre gobiernos, gestores de emergencias, el mundo
de la academia, medios de comunicación, la industria farmacéutica,
organizaciones sin ánimo de lucro y el sector privado”.
Los ruidos geomagnéticos son
una afectación del campo magnético de la Tierra, como consecuencia de la
actividad solar; los destellos solares son una breve erupción de intensidad en
la superficie del Sol o cerca de ella, asociada con las manchas solares. Es un fenómeno
común que raramente tiene efectos relevantes. Las partículas de energía solar
son iones y electrones expulsados desde el Sol como resultado de esas
erupciones.
El fenómeno meteorológico
más conocido, fue una tormenta solar en 1859, que se conoce como el evento Carrington,
que permitió que se observaran auroras
en el cielo desde los polos hasta el Caribe, y los sistemas de comunicación por
telégrafo quedaron alterados en Europa y América del Norte.
Un siglo después, en 1967,
tres potentes erupciones solares inutilizaron
los sistemas de radares de los Estados Unidos que estaban encargados de
detectar la llegada de misiles soviéticos. Al estar en plena Guerra Fría,
inicialmente Washington pensó que el culpable era Moscú.
Enlace al vídeo "Llamarada solar..."
No es la primera vez que se
advierten peligros provenientes desde el espacio, entre ellos una tormenta solar geomagnética muy
poderosa, puede dañar los satélites de comunicaciones, cerrar el tráfico
aéreo, apagar las luces, computadoras, teléfonos y liquidar los sistemas GPS,
afectando millones de hogares durante días, meses o incluso años.
Suena como un escenario de
pánico tipo ciencia ficción, pero los científicos espaciales, corporaciones
globales de seguros y agencias gubernamentales estadounidenses, desde el
Departamento de Seguridad (DHS) de la NASA, la Oficina de Política Científica y
Tecnológica (OSTP) de la Casa Blanca, se lo toman muy en serio. De ocurrir, a
pesar de ser un evento de baja probabilidad, es de alto impacto, el cual debe
afrontarse desde varios frentes, como ser la investigación, la prevención y
tener una estrategia de mitigación.
Siempre se está controlando
la actividad del Sol, en especial, cuando sucede una Eyección de Masa Coronal (Coronal
Mass Ejection – CME), una
onda de radiación y el viento solar, que se desprende del Sol en los período de
actividad solar máxima, son ondas muy peligrosas, porque de llegar a la Tierra
y su campo magnético está orientado al sur, puede dañar los circuitos
eléctricos, los transformadores y los sistemas de comunicación, aparte de
reducir el campo magnético de nuestro planeta; en cambio, si está orientado
hacia el norte, rebotará inofensivamente en la magnetosfera.
La magnetósfera es una
región alrededor de un planeta, en la que el campo magnético de éste, desvía la
mayor parte del viento solar, formando un escudo protector contra las
partículas cargadas de alta energía procedentes del Sol.
Una llamarada puede generar
varias oleadas de diferentes partículas, la primera llega unos 10 a 20 minutos debido que viaja a casi la velocidad luz, su
energía puede interrumpir las comunicaciones satelitales; si la llamarada es
fuerte puede dar lugar a una eyección de masa coronal la cual, según su
intensidad demora en llegar entre 18 horas a
3 días y si la orientación de su campo
magnético es la adecuada (orientada al sur), penetra el campo magnético terrestre y por inducción
las intensa corrientes eléctricas pueden dañar, incluso inutilizar, las centrales
energéticas, provocando apagones y cortes de suministro.
En una reciente conferencia
en Washington, Louis Lanzerotti, investigador del Centro de NJIT para la
Investigación Solar-Terrestre, en la cual se reunieron especialistas en
meteorología espacial de distintos ámbitos, resumió las implicaciones de una tormenta solar-masiva para una
sociedad como la tecnológica actual e híper-conectada comentando: “Desde el desarrollo del telégrafo eléctrico
en la década de 1840, los procesos del clima espacial han afectado al diseño,
implementación y operación de muchos sistemas de ingeniería en un primer
momento en la Tierra y ahora, en el espacio, ha señalado Lanzerotti, a medida que la complejidad de tales
sistemas aumenta, por la invención y despliegue de nuevas tecnologías, y que
los seres humanos se han aventurado más allá de la superficie de la Tierra,
tanto los sistemas construido por los humanos como por la propia humanidad, se
vuelven más susceptibles a los efectos del entorno espacial de la Tierra”.
Además de las interrupciones
en las comunicaciones y de las redes de energía, esas poderosas explosiones de
radiación electromagnéticas, partículas energéticas y plasma magnetizado,
tienen el potencial de corroer las tuberías de agua y alcantarillado, borrar
los datos históricos almacenados en la memoria
de los ordenadores, socavar las operaciones
militares y de seguridad y hacer
daño a los astronautas que viajan en el espacio.
Es por este motivo que los
investigadores han insistido en la creciente urgencia de reforzar tanto la
investigación científica básica, como el desarrollo de aplicaciones prácticas.
Daniel Baker, Director del
Laboratorio de Física Atmosférica y Espacial de la Universidad de
Clorado-Boulder ha señalado: “Una vez que los sistemas empiezan a fallar,
(los cortes) pueden multiplicarse en cascada de manera que ni siquiera podamos
concebir”.
De producirse eventos
de cualquiera de las características antes
mencionadas, las consecuencias serán catastróficas. En un informe del año 2013
el mercado de seguros Lloyd de Londres
estimaba que si la población se encuentra ante el riesgo de una tormenta masiva,
los costos de recuperación en obtener las piezas de recambio para los
transformadores estarían entre los 600.000 a 2,6 billones de dólares.
También existen las pequeñas tormentas que pueden causar problemas como fue un
apagón en Suecia durante el cual la NASA, también detectó anomalías
en misiones en el espacio.
Varios años más tarde, nuevamente
en Suecia, la interrupción de los sistemas de control de vuelo detuvo el
tráfico aéreo. Por este motivo, la Directora del Medio Ambiente y Energía en el
OSTP, Tamara Dickinson dijo “El gobierno está en un punto de inflexión
fundamental en su enfoque de la planificación del clima espacial y dispuesto a
tomar medidas decisivas para hacer frente a este riego”.
La Fuerza Aérea de los
Estados Unidos también está expandiendo su red de sensores para monitorear el
clima espacial, colocándolos en todos sus satélites; ellos indican que “Necesitamos datos para apoyar determinadas
operaciones militares”. La Fuerza Aérea se basa en el GPS para las misiones
como son el pilotaje de aeronaves por control remoto. Ellos comentan que “Si podemos predecir el clima espacial,
podemos retrasar o ampliar las operaciones en el lugar”.
Recientemente la Agencia
Federal de Manejo de Emergencias (FEMA) añadió considerar en sus diarias operaciones de sus sesiones de
información, el clima espacial.
Y la NOAA – Administración Oceánica
y Atmosféricas Nacional – ha señalado que realizará un intenso seguimiento de las tormentas solares,
para predecir oportunamente sus futuras
consecuencias.
Por lo tanto, los seres
humanos deben tomar conciencia de que no queda más remedio que prepararse lo
mejor posible para lo que en algún momento pueda suceder, no es un evento de si sucederá, sino de cuando
sucederá y que tan fuerte será.
Fuente: ABC.es / Wikipedia /
El País et al.